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[Columna de opinión] Certezas en tiempos de disrupción
Vivimos tiempos de alta incertidumbre. Las reglas cambian constantemente, y los mercados lo reflejan con volatilidad extrema no vista desde la pandemia. A diferencia de otras crisis, esta vez el origen no está en desequilibrios financieros o conflictos geopolíticos, sino en decisiones unilaterales, a menudo unipersonales y difíciles de anticipar. Aun así, hay certezas. No necesariamente alentadoras, pero que ayudan a enfrentar mejor la coyuntura.
Sabemos que las decisiones de política comercial ya no siguen una lógica económica clara. Si existe un patrón, responde a tácticas y prioridades cambiantes. También sabemos que hay dos frentes claramente diferenciados: una guerra comercial abierta entre Estados Unidos y China, y otro frente separado que afecta al resto del mundo. América Latina, menos expuesta directamente, absorbe la volatilidad e impactos indirectos en precios, comercio e inversión.
Sabemos que el impacto sobre la economía real será considerable. Inversionistas postergan decisiones mientras intentan entender el nuevo escenario. Además, la reconfiguración de las cadenas de valor globales para evitar la exposición a los nuevos aranceles obliga a destinar más recursos a actividades que, en otro escenario, habrían ido a inversión productiva.
Sabemos que se ha debilitado la institucionalidad del orden económico global, y que los marcos multilaterales para resolver disputas comerciales y geopolíticas se han erosionado. Cada vez más conflictos se manejan de forma bilateral, con menor transparencia y sin mecanismos claros de arbitraje. Esta dinámica agrava la incertidumbre y consolida una inestabilidad duradera.
Sabemos que habrá impactos en precios. El alza de tarifas y las disrupciones en las cadenas globales generarán presiones inflacionarias. Más importante aún, los precios relativos cambiarán por criterios no económicos: elementos como el país de origen o la cantidad de fronteras que cruzan sus insumos pasarán a ser determinantes. Estas distorsiones generarán ineficiencias en la asignación de recursos y dificultarán interpretar las señales de precios, incluso en el mediano plazo.
Estas certezas no eliminan la incertidumbre, pero permiten ordenar la respuesta.
Este nuevo escenario exigirá destinos de inversión con reglas claras y estables, con condiciones favorables para nuevos proyectos. Requerirá diversificación comercial y vínculos más sólidos con socios cercanos. Exigirá mejores capacidades de negociación, diplomacia económica y claridad estratégica sobre nuestras ventajas comparativas. No será solo tarea de los gobiernos: también exigirá alineación público-privada y visión compartida frente a un entorno incierto y fragmentado.
Fuente: Economía y Negocios de El Mercurio.