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[Diario El País] Óscar Landerretche: “¿La Constitución de Kast firmada por Boric? No, gracias. Prefiero la de Jaime Guzmán reformada y firmada por Lagos”
En la puerta blanca del piso 15 de la torre de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, en el centro de la capital chilena, un cartel con el nombre de Óscar Landerretche indica que ahí es donde trabaja el economista, académico, expresidente de la cuprífera estatal Codelco y escritor. Landerretche (51 años, Santiago) aparece tomando mate y absorto en una antigua lectura del matemático y economista inglés Ken Binmore sobre la teoría de juegos y el contrato social. Es un libro que está revisitando para trabajar en un posible proyecto editorial o, tal vez, académico. No lo tiene claro aún. De fondo, música clásica. Libros en repisas, luz cálida y un enorme tapiz bordado en la pared.
Lo que nos convoca es la actualidad. La semana pasada, Landerretche dio su veredicto frente a la propuesta constitucional que será plebiscitada el 17 de diciembre próximo: votará por la opción En contra. Es decir, rechazará un texto que ha sido empujado por las derechas. Militante del Partido Socialista, el año pasado fue parte de un puñado de economistas de su sector político que, a diferencia del grueso del oficialismo, votó Rechazo frente al fallido texto nacido de la Convención Constitucional, en un proceso liderado, entonces, por la izquierda radical. El primer intento de Carta Magna fue echado abajo por el 62% de los chilenos.
Ahora nuevamente estará por rechazar. Y entrega razones. No estuvo de acuerdo con que este nuevo proceso no tuviera un plebiscito de entrada y no concuerda con quienes piensan que el primer referéndum de 2020 –donde se definió que la gente quería una nueva ley de leyes– haya dejado la puerta abierta para continuar con la redacción de una nueva Carta Fundamental, tras el fiasco del primer intento. Su segundo argumento es que ninguno de los cambios importantes que él habría querido incorporar en el texto quedaron dentro. “Yo soy federalista, parlamentarista y creo que sí debe haber un nuevo trato con las naciones originarias de Chile. Hay países como Nueva Zelanda y Canadá que lo hacen bien y no es cierto que hacer este nuevo trato sea una locura chavista”, dice.
Lo único de la propuesta actual que le despertaba algo de afecto, reconoce, es lo relativo al sistema político. Pero considera que la forma en que quedó plasmado en el texto es tibia. “Para empezar, el umbral electoral de 5% (el porcentaje de votación que debe tener cada partido para poder acceder a un escaño en la Cámara de Diputados) está aplazado en el tiempo y tiene mucha letra chica. Por eso yo no le adjudico las propiedades mágicas que le están dando”, explica Landerretche.
Dice que la nueva propuesta parece la campaña presidencial de uno de los candidatos de la derecha. “Y yo no estoy ni ahí con eso [sin interés]”, agrega.
Pregunta. ¿Cuál es la diferencia entre el texto vigente y el que se plebiscitará en menos de poco más de dos semanas?
Respuesta. Tengo dos constituciones con pocas diferencias. Una [la vigente] tiene sus orígenes en Jaime Guzmán, una persona con la cual yo tengo muchos desacuerdos, pero fue un monstruo intelectual. Además, fue profundamente reformada y luego firmada por Ricardo Lagos, otra persona a la que tengo mucho respeto. Y ahora ¿qué nos están ofreciendo? ¿La Constitución de Kast, firmada por Boric? No, gracias. Yo prefiero la de Guzmán reformada y firmada por Lagos”.
P. ¿Qué ocurre para el Partido Republicano si el texto se rechaza?
R. Yo creo que se están jugando un poquito el pellejo [arriesgar la vida], porque básicamente la derecha completa se plegó, incluyendo a Evelyn Matthei [la dirigente de la derecha tradicional con mayores posibilidades para la presidencial de 2025] a la idea de hacerles caso para ver si tienen éxito. Pero si no lo tienen, no sé si les van a seguir haciendo caso. Todos escuchamos a Matthei decir al principio que no le gustaba. Y después dijo: “Bueno, en función de este proyecto político, veamos cómo nos va”. Imagino que si eso fracasa, no sé si van a seguir a Kast en el siguiente proyecto.
P. ¿Cree que el escenario de un triunfo del En contra es el más probable?
R. No creo para nada que el resultado esté determinado. Llevamos recién dos elecciones con el voto obligatorio de vuelta y no sabemos lo suficiente sobre qué significan estos nuevos votantes. Hay dos hipótesis: una, que es la que les gustaría creer a los sectores de la extrema derecha, es que todos estos votantes nuevos son de derecha, gente muy conservadora. Y la otra es que este votante es muy volátil y que puede cambiar de voto rápidamente. No tenemos suficientes elecciones bajo este régimen como para discriminar entre esas dos hipótesis. Si me dice, ¿a qué apostaría plata? No estoy seguro de qué opción va a ganar el 17 de diciembre.
P. Ha planteado que el ciclo de crecimiento de Chile se agotó hace más de 10 años y que para que el país vuelva a crecer es necesario tener una nueva estrategia de desarrollo. ¿Por qué no ha ocurrido?
R. Lo que le ha pasado a Chile es que la estructura exportadora de hoy es la misma que teníamos a mediados de los años 80. Entonces, no hay manera de que un país que sigue haciendo lo mismo, siga creciendo a la misma tasa. Lo que le hace falta a Chile es una nueva estrategia de desarrollo, pero yo francamente no veo nadie discutiendo eso.
P. ¿Por qué no se discute?
R. Yo creo que la razón es que hay un problema ideológico en Chile, y ahí sí yo culpo la política. Tanto la derecha como la izquierda están atrapados en una nostalgia por un modelo económico obsoleto. En la derecha lo vemos con la primacía del proyecto republicano. Están atrapados con la nostalgia de los Chicago boys. Y la izquierda está atrapada en la nostalgia de los años 50, de la industrialización de sustitución de importaciones. En este Gobierno tuvieron un subsecretario de Comercio Exterior que quería plebiscitar nuestros tratados de libre comercio, una locura.
P. Desde un principio, usted fue muy crítico del Gobierno de Gabriel Boric. ¿Ha cambiado algo su percepción en estos casi 20 meses de Administración?
R. No sé lo suficiente sobre la intimidad del grupo gobernante como para hacer un juicio sobre qué es lo que realmente creen. A medida que uno envejece, se vuelve bien escéptico de lo que la gente dice. Y yo prefiero juzgar a la gente por cómo actúa. El problema es que uno ha visto alguna de estas personas actuando de una manera muy coherente y clara en una dirección equivocada, casi por dos décadas. Y ahora me dicen otra cosa. Puede ser, pero no sé.
P. ¿No les cree?
R. No es que no les crea, es que no sé. Si no fue hace tanto tiempo que el TPP-11 [acuerdo comercial entre 11 países que Chile firmó a fines de 2022 con bastante dificultad] mataba gente y ahora no. Y no sé. Porque entremedio lo que ocurrió es que cambiaron las condiciones políticas y, en el fondo, en el Gobierno han sido obligados a hacer ciertas cosas. Me cuesta mucho creerle a gente que cambia tan rápido y convenientemente de opinión, para ser sincero. Creo sí que lo que se llama ahora el Socialismo Democrático, que es básicamente el Partido Socialista y lo que va quedando del PPD [ambos de izquierda moderada], han sido generosos y en cierta medida responsables de que este Gobierno no sea un desastre total. Eso es bueno para Chile, pero mi partido, el PS, el Socialismo Democrático y las personas que han entrado a este Gobierno, van a asumir un costo, porque prometió el paraíso terrenal y terminó entregándole la política chilena a la ultraderecha. Esa cuenta va a llegar. Los votantes son muy brutales en ese sentido.
P. ¿Cómo observa el surgimiento de derechas extremas en Latinoamérica?
R. Creo que tiene que ver con el fracaso de las izquierdas, con el fracaso de esta ola que tuvimos de izquierdas identitarias, súper de clase alta, preocupadas de las inquietudes de los jóvenes universitarios. Y lo veo en un país que me importa mucho, porque viví parte de mi exilio ahí, que es Inglaterra. El Partido Laborista abandonó a los trabajadores. De hecho, los desprecian, los encuentran racistas, machistas.
P. ¿Y por qué esos grupos fueron capturados por grupos conservadores?
R. Porque se dieron una vuelta de carnero gigantesca [un cambio de posición]. Las derechas de esos países siempre fueron partidarias de los mercados abiertos y la inmigración libre, de hecho, para abaratar la mano de obra. Pero de repente se convirtieron en proteccionistas, porque se dieron cuenta de que a su electorado puede que le guste el capitalismo, pero también es conservador, culturalmente. Y no solo eso, sino que todos estos trabajadores también son conservadores en el sentido de les gustaría que sus pueblos se parecieran a los de su infancia.
P. ¿Cómo explica el triunfo de Milei en Argentina?
R. Yo creo que Milei es distinto. Países como Brasil, México, Argentina algo de correlación tienen con fenómenos globales, pero en realidad son mundos tan grandes que tienen sus dinámicas propias. En Argentina colapsó de manera muy violenta una apuesta muy irresponsable que se hizo en los tiempos del superciclo de los commodities, que también vivimos los chilenos. Y se le salió completamente de madre el gasto fiscal. Los gobiernos peronistas estiraron tanto el chicle [forzaron las cosas] que hicieron inevitable que lo que viniera fuera algún tipo de propuesta de tratamiento de shock.
P. ¿Cuánto de lo que pase en Argentina con Milei puede contagiar a la apuesta de Kast?
R. Creo que Milei es muy diferente de Kast. En la frivolidad de Twitter, se sacan fotos juntos, pero Kast no es un anarco capitalista, es un conservador chileno de la UDI. Eso que el analista Hugo Herrera llama el Chicago gremialismo: la unión entre esta cosa Opus Dei que se dio en la Universidad Católica con los Chicago boys más liberales. Esa síntesis nostálgica no es Milei. Milei no tiene nada de conservador. No lo vas a ver nunca cantando con su familia como los Von Trapp [en referencia a una aparición de Kast y su familia en un programa de televisión]. Que se definan en conjunto como similares, porque ambos tienen como enemigos a ciertas izquierdas, eso es para Twitter. Pero a mí me parecen objetos muy diferentes.
P. ¿Qué pasará después del 17 de diciembre en Chile? ¿Entraremos en un nuevo ciclo?
R. Creo que la elección no resuelve el problema que tenemos hoy. Lo más probable es que tengamos un resultado estrecho en una u otra dirección y, por lo tanto, no va a quedar resuelto el problema constitucional. Pero las chilenas y chilenos no quieren saber nada con más procesos constitucionales. Entonces, creo que es perfectamente compatible creer que no está resuelto, pero dedicarnos a eso en 10 años más. Por el momento, mejor nos preocupamos de los torsos que aparecen descabezados en las calles de Santiago.
FUENTE: El País