Noticias

23 Mayo, 2024

El acero chino y una vieja disyuntiva

A propósito del anuncio del cierre de la siderúrgica Huachipato, el profesor Roberto Álvarez analiza la situación del mercado del acero en Chile en la edición de mayo de la revista Minería Chilena.

Finalmente, la Comisión de Distorsiones de Precios de las Mercancías Importadas en sus sesiones del 11 y 16 de abril determinó aplicar un arancel antidumping de 24,9% a “barras de acero para la fabricación de bolas convencionales para molienda” y del 33,5% para importaciones de “bolas de acero para molienda”.

El fundamento para la aplicación de sobretasas arancelarias es la existencia de dumping y que, producto de ello, haya un daño o una amenaza de daño a la rama de producción nacional. El dumping se refiere a una situación en la que una empresa exporta el bien a un precio inferior al que aplica normalmente en su propio país. Esta situación, conocida en la literatura económica como discriminación de precios, puede darse en el caso que en el mercado doméstico haya menos competencia que en el mercado externo.

En este caso se ha argumentado que el dumping se origina por los subsidios que reciben las empresas chinas, que les permiten vender a precios inferiores a los que pudieran cobrar en circunstancias normales. El daño a la rama de producción nacional ha sido evidenciado por la empresa Huachipato, quien paralizó funciones hasta que se resolviera su apelación a las primeras medidas arancelarias, las que eran consideradas insuficientes. La noticia fue recibida con satisfacción por una amplia gama de sectores y actores políticos ya que “se salva a la industria nacional de la competencia desleal de los chinos”, aunque la mayoría de ellos no se declararon completamente satisfechos porque la medida se aplica sólo por seis meses.

La sobretasa arancelaria se da en el contexto de otras medidas similares que Estados Unidos ha aplicado al acero exportado por China y del llamado de la Asociación Latinoamérica del Acero (ALACERO) a protegerse de la inundación de estos productos provenientes del gigante asiático, país que “está provocando la desindustrialización en Latinoamérica, causando un largo estancamiento y pérdida de relevancia de la industria en la región durante casi un cuarto de siglo”. ALACERO indica que el último año, las importaciones de acero desde China en América Latina crecieron un 45%, alcanzando un récord histórico.  

Independiente de los méritos propios de la medida, lo que siempre es muy complejo de sustentar, este tipo de decisiones recuerda una vieja disyuntiva que enfrentan los países abiertos al comercio internacional: ¿Cómo balancear los efectos negativos de corto y mediano plazo con los beneficios de largo plazo?

No es para nada evidente que Chile tenga una ventaja comparativa en este tipo de productos, así como tampoco lo es que los bajos precios de los bienes importados desde China lo sean por la existencia de subsidios. Así, la medida impuesta incrementa los precios en el mercado local con la consiguiente pérdida en bienestar y mantiene viva a una actividad que debiera cerrar u orientarse hacia otros rubros. De no implementarse la medida, se genera una situación de desempleo “que afectaría a más de 22 mil familias”, pero que implica el cierre o contracción de una actividad que no es competitiva internacionalmente.

¿Qué hacer? Escuchar a los precios y orientar nuestros recursos hacia donde son más eficientes y promover el crecimiento de largo plazo. ¿Qué ocurre con el potencial desempleo que se genera? Minimizar esos costos de mediano y largo plazo, facilitando la reconversión de las empresas y, sobretodo, de sus trabajadores para que el período de desempleo sea el más breve posible. Además de facilitar el acceso a capacitación de calidad que contribuya a generar competencias y habilidades requeridas en otras actividades productivas.

Esto, sin embargo, no es sólo para los trabajadores del acero. Si la preocupación es genuina, debiera considerar también a aquellos que ya han perdido su empleo por los avances tecnológicos recientes, como la robotización y la inteligencia artificial, y todos los que seguramente vendrán. ¿Estamos preparados? Claramente no. Nuestras carreras de pregrado siguen durando cinco años y son poco diversas. No ayudan a reinventarse. Nuestro sistema de capacitación es arcaico y las políticas de reconversión laboral inexistentes. Aprovechemos la coyuntura del acero para que no sea demasiado tarde. Cuando la tecnología corre, caminar es un retroceso.  

 

Fuente: Revista Minería Chilena, Mayo 2024, n° 515