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El futuro de la democracia en Chile
La democracia enfrenta una crisis global y los gobiernos autocráticos van en alza. Esta alarmante tendencia ha sido documentada en el último “Informe sobre la democracia”, del proyecto Variedades de Democracias (V-DEM), la principal referencia para medir grados de democracia y tipos de gobierno. Las cifras son contundentes: un 72% de la población mundial vive en autocracias, el porcentaje más alto desde 1978. Además, por primera vez en veinte años, el mundo alberga más regímenes autocráticos (91) que democráticos (88).
Las democracias electorales, como las de Austria, Canadá y el Reino Unido, son aquellas que tienen elecciones justas, libres y periódicas, garantizando la libertad de expresión y de asociación. Un nivel más exigente lo representan las democracias liberales —como las de Australia, Costa Rica y Países Bajos— que, sumado a lo anterior, poseen un poder legislativo y uno judicial que limitan al ejecutivo, así como un Estado de Derecho que garantiza el respeto de las libertades civiles.
El informe también advierte que el camino hacia la autocracia sigue un patrón recurrente. El primer ataque se dirige casi siempre contra la libertad de expresión y la prensa; luego, se socavan las elecciones limpias y, finalmente, se restringe la libertad de asociación. El informe separa a las autocracias en dos grupos: las electorales, que mantienen la apariencia de comicios (como India, El Salvador, Rusia y Venezuela); y las “cerradas”, donde todo elemento democrático está ausente (como en los casos de Arabia Saudita, Cuba y China).
Los sucesos de este año, que medirán los futuros informes de V-DEM, anuncian un mayor deterioro, con un foco de máxima preocupación en Estados Unidos. La democracia más influyente del mundo está siendo puesta a prueba y sus instituciones han resultado ser, hasta ahora, menos robustas de lo esperado.
Al revisar el informe de V-DEM, corroboré mi intuición sobre el declive democrático global. Sin embargo, también me llevé una sorpresa: la posición de Chile. En un listado de 179 países, nuestro país ocupa los puestos 15 y 16 en los índices de Democracia Liberal y Electoral, respectivamente, superando a naciones como Canadá, España, Japón, Países Bajos y Reino Unido. Durante más de dos décadas, la posición de Chile se ha mantenido más o menos constante, con una caída menor en 2019, luego del estallido. Pudo ser distinto.
El Acuerdo por la Paz firmado el 15 de noviembre de ese año encauzó institucionalmente una crisis política mayor. El presidente Piñera resistió los llamados para resolver la crisis por la fuerza y pudo terminar su período presidencial. Que el entonces diputado Gabriel Boric firmara dicho acuerdo, contrariando a su partido, dio cuenta de su vocación democrática y fue clave para que ganara la segunda vuelta presidencial dos años más tarde. Esta vocación se vio confirmada luego de que la primera propuesta constitucional fuera rechazada en las urnas el 4S. En aquel momento, el ya Presidente Boric descartó impulsar su programa de gobierno mediante decretos y, en cambio, optó por negociar acuerdos en el Congreso. (En una encrucijada similar, el Presidente Petro, de Colombia, eligió el camino opuesto).
¿Cómo hubiesen actuado, en dichas encrucijadas, los dos candidatos presidenciales que lideran las encuestas? A diferencia de Piñera, José Antonio Kast ha apoyado con entusiasmo la dictadura de Pinochet y promete mano dura para hacer respetar el orden. ¿Cuál habría sido su curso de acción la noche del 15 de noviembre de 2019? Jeannette Jara, por su parte, pertenece a un partido que valora poco los contrapesos que caracterizan a las democracias liberales. Si ella hubiese sido presidenta el 4S, ¿habría descartado la opción de promover su programa vía decretos?
Desde hace varios años, la democracia chilena está presentando dificultades para resolver los problemas de sus ciudadanos. Abundan las propuestas populistas, que prometen soluciones simples pero ineficientes, sembrando esperanza y cosechando frustraciones. El sistema político está trabado, impidiendo alcanzar los acuerdos necesarios para consensuar políticas complejas y más efectivas.
Lo que hemos visto en la campaña presidencial no augura un escenario mejor. José Antonio Kast plantea medidas efectistas y poco efectivas para abordar el tema de la seguridad ciudadana. Y, en materia económica, propone medidas fiscalmente irresponsables, como terminar con las contribuciones para la primera vivienda. Jeannette Jara, por su parte, propone medidas voluntaristas para el mercado laboral, como subir el salario mínimo más allá de lo razonable o terminar con el tope de 11 meses para las indemnizaciones por despido. Una segunda vuelta entre Carolina Tohá y Evelyn Matthei hubiese aportado un escenario más propicio para lograr acuerdos transversales en temas clave como crecimiento y seguridad. Las diferencias entre los equipos técnicos que asesoran (o asesoraron) a estas dos candidatas no eran insalvables. No parece ser el caso entre los equipos de Kast y Jara.
Si Kast pasa a segunda vuelta, y aspira a ganarla, tendrá que integrar los equipos y propuestas programáticas de la candidatura de Chile Vamos. Y Jara deberá hacer algo similar con las propuestas de la candidata socialdemócrata. El escenario optimista, entonces, es que los dos candidatos que puntean nos sorprendan y terminen siendo menos polarizantes de lo que parecen hoy. Si quieren tener éxito en sus eventuales gobiernos, deberán abandonar la política de trinchera y aprender del fracaso que ello implicó para los dos proyectos constitucionales. El escenario más probable, sin embargo, es que la ineficacia de la democracia se acentúe y, con ello, la frustración de la ciudadanía con este sistema político y el riesgo de derivar hacia regímenes autocráticos.
Fuente: El Mercurio, 27 de julio de 2025