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15 Noviembre, 2010

Las claves de la década que viene / Revista AméricaEconomía

Siete puntos clave pueden utilizarse para describir la coyuntura macroeconómica chilena al empezar la segunda década del siglo XXI: I. Dinamismo de la demanda: Hay una rápida expansión de la actividad y el empleo, impulsada por la demanda interna. Su extraordinaria dinámica es resultado de un ajuste simultáneo de stocks de inventarios,

Siete puntos clave pueden utilizarse para describir la coyuntura macroeconómica chilena al empezar la segunda década del siglo XXI:

I. Dinamismo de la demanda: Hay una rápida expansión de la actividad y  el empleo, impulsada por la demanda interna. Su extraordinaria dinámica es resultado de un ajuste simultáneo de stocks de inventarios, de capital en maquinaria y equipo, de bienes de consumo durable y, eventualmente, de viviendas.
La recuperación de la economía luego de la recesión de 2009 y el terremoto, ya sea por el efecto de políticas macroeconómicas expansivas o esfuerzos de reconstrucción, empujan este ajuste de stocks. Además, el crecimiento del consumo es impulsado por mejores términos del intercambio y el efecto terremoto, además de una cierta euforia por el cambio hacia un gobierno de derecha.

II. Crecimiento cíclico. La actual aceleración del PIB es cíclica, no tendencial. La brecha del PIB negativa surgida con la recesión de 2009 ha dado espacio para ello. Pero en algún momento ésta se cerrará y el PIB volverá a su nivel tendencial. El bajo crecimiento de la productividad limita el crecimiento tendencial a menos de 5% anual. Para la productividad es central la disponibilidad y costo de la energía. En este aspecto en que habría progresos, pero su evolución futura es incierta.

III. Presiones inflacionarias. El desempleo está bajando y se ubicará pronto bajo la tasa natural. Esto empuja una incipiente aceleración en el crecimiento de los salarios, lo que sumado al efecto de la mayor demanda sobre los márgenes de comercialización generará inflación.
Las presiones no son todavía un problema, pero pueden serlo en 2011 y 2012.
A la inercia propia de la expansión se suma el empuje de la política fiscal como resultado de los esfuerzos de reconstrucción, y de la política monetaria, la que a pesar de las alzas de tasas continuará siendo expansiva probablemente hasta el próximo otoño.

IV. Descoordinación con el ciclo global. El ciclo chileno se ha descoordinado del global, y en particular, del de las economías avanzadas, que está en fase de desaceleración. Los elevados términos del intercambio chilenos no han mostrado respuesta a la desaceleración global, y ése es uno de los elementos que explican esta descoordinación.
El resultado es un diferencial creciente de las tasas de interés domésticas y externas. La mayor tasa en pesos respecto de las en dólares, euros o yenes, atrae capitales externos que presionan a la apreciación del peso chileno, reforzando el efecto de los elevados términos del intercambio. La apreciación real del peso es cíclica y puede acentuarse en la medida que la expansión de la demanda interna se prolongue y el diferencial de tasas se intensifique. Hoy no hay herramientas para enfrentar este problema. La intervención cambiaria o una política monetaria expansiva sólo trasladaría el origen de la apreciación real desde la apreciación nominal a la inflación. Las regulaciones a los capitales externos no son implementables por restricciones legales (tratados) e imposibilidades prácticas (no hay sistemas de control).

V. Eventual normalización de los términos del intercambio: La desaceleración global puede reducir el elevado precio del cobre y otras exportaciones, “normalizando” los términos del intercambio.
De ser así, y según la profundidad de la caída de los términos del intercambio, la economía puede pasar a una fase de baja expansión de la actividad, alto desempleo, amplio déficit en cuenta corriente y depreciación real. Un riesgo que podría materializarse hacia 2012 y años posteriores.

VI. Elusivo regreso a la década de oro de los 90: Parece que estuviéramos de regreso en los 90. Pero entonces era el PIB tendencial y no el cíclico el que crecía. Además, la economía global estaba en una fase expansiva y los términos del intercambio chilenos eran menos favorables.
Ahora, la rápida expansión interna puede desvanecerse si se intensifican las presiones inflacionarias o si caen los términos del intercambio.

VII. Debilidades estructurales persistentes. A pesar de su momento favorable, la economía local mantiene las mismas debilidades macroeconómicas estructurales que la han caracterizado en esta década.
Lento crecimiento de la productividad y del PIB tendencial, elevado desempleo natural y presiones inflacionarias si éste baja del 8%. A eso se suman amplias fluctuaciones, baja diversificación y fuerte dependencia a los variables del intercambio, además de alta exposición a volátiles flujos de capitales externos y limitada capacidad para soportar la flexibilidad cambiaria.