Columnas de Opinión
A un mes del terremoto ha comenzado a decantar tanto su costo como las maneras de financiar la reconstrucción. La semana pasada la autoridad informó al Congreso que se estimaba el costo total en casi $US 30 mil millones; $US 21 mil millones en daños a la capacidad productiva del país, de los cuales la mitad, US$ 10,5 mil millones, recaería sobre el fisco. Me parece errada la cifra de costo total, pues, entre otras cosas, suma flujos con stocks; elevada, pero dentro del rango de lo posible, la estimación del daño patrimonial; pero certera, felizmente, la estimación del costo fiscal, la cifra que más nos afecta a todos.
Primero, llama la atención que la estimación del costo total de US$30 mil millones coincide con la dada a conocer por investigadores en USA a 24 horas del terremoto, mientras que excede, en varios casos por un factor de dos, las estimaciones realizados por varios analistas locales a base de información más detallada de los daños, dos o tres semanas después. Parte importante de la explicación se debe a que la mayor parte de los analistas se limitaron a estimar el daño a la capacidad productiva del país (infraestructura, viviendas, estructuras y equipos), por lo que no incluyeron como daño el “menor crecimiento de la economía” producto del terremoto, que el Ministro estimó en US$ 7.600 millones. Pero ¿será cierto que la economía va a perder US$ 7.600 millones en menor crecimiento, lo que equivale a 4,5% menos de PIB? De hecho, la mayor parte de los analistas estiman que el PIB crecerá ½% menos este año 2010 debido al terremoto; los más pesimistas piensan que creceremos 1% menos. No creo que el Ministro cree que vamos a crecer menos de esto. ¿De donde, pues, los 4,5% de menor crecimiento? ¿Tal vez que vayamos a crecer ½% a 1% menos por los próximos 5 o 10 años? Raro, ya que la gran mayoría de los analistas estiman que el esfuerzo de reconstrucción acelerará el crecimiento respecto a lo que habría sido sin terremoto en el 2011 y tal vez 2012, por lo que se anularía por completo, y probablemente más que anularía el menor crecimiento del 2010. De ser así, y siguiendo la lógica del cálculo, habría que restar de los daños al aparato productivo el mayor crecimiento neto probable! O tal vez se consideró que como el daño al aparato productivo es de ese orden se postula que vamos a tener 4,5% menos crecimiento. Pero si así fuera, sería un caso de claro doble contabilidad, sumando flujos con stocks, pues si reponemos los daños al aparato productivo restauraremos la capacidad productiva para producir como antes. Me parece, pues, errada la estimación de US$ 30 mil millones.
Segundo, el daño al aparato productivo mismo, estimado por las autoridades en US$ 21 mil millones, me parece muy elevado, aunque en el rango alto de lo posible. Me explico. El valor de todo el capital de Chile - de su infraestructura, tierras, minas, viviendas, equipos, fábricas, etc. - es del orden de US$ 420 mil millones, es decir, aproximadamente 2,4 veces el PIB. Se puede estimar en cerca de US$ 42 mil millones (10% del total nacional) el capital de la 7ª y 8ª región. En efecto, ya que estas son regiones principalmente agrícolas, relativamente poco intensivas en capital y con una elevada proporción de viviendas de adobe, de relativamente bajo valor, es razonable estimar que su participación en el capital nacional sea menor a su participación en el PIB (que es cerca de 12,5%).
Es sabido que el grueso de los daños se concentró en la 7ª y 8ª región. Si ellas concentraran 2/3 de los daños, esto implicaría que se habría destruido US$ 14 mil millones del capital de la 7ª y 8ª región y US$ 7 mil millones del capital del resto del país. Significaría, por ejemplo, que la mitad de sus viviendas, infraestructura y empresas sufrieron daños superiores al 50% de su valor (56% para ser precisos), y el otro 50% daños por 10% de su valor! No puedo descartar tal magnitud de daño en la 7ª y 8ª región, mas me parece al borde de lo creíble.
Una estimación alternativa utilizaría la información parcial existente. Se nos informa que 250.000 viviendas de la zona (alrededor de 1/3 de las viviendas de la zona) sufrieron daños significativos. Si supusiéramos que la infraestructura y fábricas sufrieron un daño semejante, estimación que peca por alto, pues gran parte de las viviendas dañadas eran de adobe, mientras la infraestructura, los locales comerciales, los equipos y fábricas suelen ser mucho más sólidas, es decir, si suponemos que 1/3 de todas las viviendas, infraestructura, plantaciones, fábricas y equipos de la 7ª y 8ª sufrieran daños equivalentes a un 50% de su valor, y el otro 70% daños por el 5% de su valor, esto significaría una pérdida de 20% del capital de la 7ª y 8ª (US$8,5 mil millones) y de otros US$ 4,3 mil millones en el resto del país, o sea, daños no de US$21 mil millones, si no de US$ 12,8 mil millones. Por cierto, yo no estoy en condiciones de zanjar cuál de estas estimaciones es la correcta, mas, por los daños reportados en la prensa, me parece más creíble una cifra más cercana a los US$ 12,8 mil millones, tal vez de US$ 15 mil millones. Con todo, los US$ 21 mil millones están en el rango alto de lo posible (pero apenas, a mi modo de ver).
En cambio, sí me parece del orden de magnitud correcto la estimación del impacto fiscal, US$ 10.5 mil millones en daños, US$ 9,3 mil millones en esfuerzo fiscal adicional, una vez cobrados los seguros. Esta estimación es la más fácil para el fisco a realizar, pues, se refiere a los costos en la infraestructura, escuelas y hospitales que son de su competencia, cosa que a esta altura ha podido estimar; además hay los costos de los subsidios a vivienda social que tendrá que pagar por los damnificados, de nuevo una cifra relativamente fácil estimar; y finalmente hay los subsidios que pagará a las PYMEs dañadas para ponerlas en marcha de nuevo. Este último es el cálculo más difícil de hacer. Con todo, me parece que si el daño efectivo al capital total de Chile fuera US$15 mil millones, es razonable estimar en 2/3 la parte correspondiente al fisco.
Esta estimación es también la más importante, pues denota el esfuerzo fiscal requerido, es decir, el esfuerzo que nos corresponderá a todos. Que tengamos que hacer un esfuerzo especial (algo más de tributación) me parece obvio, pues hemos perdido mucho. Por cierto, me parece de mínima solidaridad así como de sentido común que este esfuerzo deba recaer sobre el 80% que no le pasó nada para ir en ayuda del 20% que ha sufrido tanto, cada uno, por cierto, en proporción a sus medios.
Joseph Ramos
Profesor Titular del Departamento de Economía de la Universidad de Chile. Sus áreas de investigación incluyen políticas de empleo y de remuneraciones, política macroeconómica, políticas tecnológicas y de desarrollo productivo. Llegó a Chile como Profesor Visitante de la Fundación Ford en la Universidad de Chile. Luego trabajó 10 años como economista senior en el programa de Empleo para América... Ver Más
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