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Un reciente estudio confirma lo que ya era sabido: los jóvenes de Liceos Municipalizados revisan un 60% del material incluido en los respectivos programas de estudio, mientras que los colegios privados lo hacen en un 80%.  Este es un indicador de la verdadera crisis de la educación chilena: estándares de calidad  insatisfactorios, porque simplemente no se estudia lo que se presupuesta como “mínimo” en los respectivos programas.  ¿Las causas?: inadecuada supervisión directiva,  incentivos económicos desligados de resultados académicos (para colegios y directivos), poca preparación de los profesores, inadecuado apoyo de la familia, insuficiente apoyo tecnológico y de seguimiento, etc.   Ninguno de esos problemas se ha abordado en un sentido integral. 
Además, es de toda necesidad el revisar el currículo escolar, porque de acuerdo a los expertos está sobredimensionado en contenidos y también, posiblemente, retrasado en cuanto a lo que se enseña.  Este examen, que debiera ser previo a cualquier determinación sobre asignaciones de tiempo a los distintos contenidos, tampoco ha sido llevado a cabo.

Es cierto: hay urgencia en los cambios que se necesitan en educación, y los mismos deben envolver un alto grado de compromiso político para hacerlos sostenibles en el tiempo.  Pero es necesario tener claridad en el diagnóstico y una adecuada justificación en cuanto a los aspectos prioritarios que se deben atacar.  El problema de la rigidez laboral y las dificultades para gestionar las entidades municipalizadas es un problema, efectivamente, pero no está claro si no deben atacarse con mayor premura, o al menos en paralelo, cuestiones relativas a la dependencia de los colegios, a la revisión del currículo y a la efectiva capacitación docente.

El terreno por avanzar es mucho más que las medidas que ahora se intentan, y por ello una reflexión amplia parece indispensable antes de acometer iniciativa alguna, para abordar lo crucial y no quedar nuevamente con la evidencia de un cambio que no conduce a ningún resultado visible.