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23 Junio, 2008

D. Bravo: SALARIO MÍNIMO: ¿DEBERÍAMOS PREOCUPARNOS? ¿DEBERÍAMOS ESTAR TRANQUILOS?

(La Tercera 20/06/08) Hace unos días el Congreso despachó el incremento del salario mínimo de $144

(La Tercera 20/06/08) Hace unos días el Congreso despachó el incremento del salario mínimo de $144.000 a $159.000. A diferencia de lo ocurrido en ocasiones anteriores, esta vez el aumento fue concordado entre el Gobierno y la CUT, hecho que es necesario valorar considerando las numerosas manifestaciones que hemos podido apreciar últimamente (camioneros, estudiantes, profesores).


Aunque solo han pasado horas, un centro de estudio calculó que este incremento costaría 137 mil empleos en cinco años y un empeoramiento en la desigualdad medida por el coeficiente de Gini equivalente a la mejora que había experimentado este indicador entre 2003 y 2006. Unos pocos analistas han advertido su efecto sobre las expectativas de inflación.


Hasta aquí todo se ve muy parecido al ritual de cada año asociado al reajuste del salario mínimo, al menos al que apreciamos desde 1990.


¿Deberíamos preocuparnos esta vez? La respuesta es no.


El aumento en el salario mínimo, si bien nominalmente es importante (10,4%), básicamente recoge la inflación acumulada, que al mes de mayo ascendía a 8,9% y que seguramente será algo mayor al mes de junio, el período previo al reajuste del salario mínimo. El reajuste anterior, por lo tanto, da cuenta de un aumento modesto en el poder de compra de esta remuneración.  Tampoco es esperable que el salario mínimo se desalinee producto de este reajuste con la remuneración de los trabajadores no calificados. Se requiere bastante imaginación para las elasticidades supuestas para concluir que esto reportará pérdidas en empleo como las esbozadas y aún mayor imaginación y voluntad para proyectar esos cambios en el coeficiente de Gini.


Para evitar especulaciones como las mencionadas sugiero que los estudios sean publicados junto a sus metodologías y supuestos con detalle, de manera que cuando se repita el proceso el próximo año, exista memoria y se pueda dar cuenta de los éxitos o fracasos en los pronósticos. Más sustantivamente, se requiere de estudios que puedan separar el impacto de simples correlaciones.


En cuanto a las expectativas de inflación, ha sido el mismo presidente del Banco Central quien ha descartado estas presiones en relación con el aumento en el salario mínimo. Siendo éste un ente autónomo encabezado por un reputado economista, pasaré a la siguiente pregunta.


¿Deberíamos estar tranquilos en relación con el salario mínimo y preocuparnos de otros temas? Me parece que la respuesta también es negativa.


La tasa de empleo de los jóvenes, especialmente en el grupo de 18 a 24 años de edad, es inferior a la existente antes de la crisis asiática. Aún si excluimos a los jóvenes que están estudiando, encontramos una situación preocupante, especialmente en los hombres y en los grupos de bajos ingresos.


Es por esta razón que la política laboral debiera tender en el futuro a atender a este grupo de manera prioritaria. Habría sido preferible abrir para este segmento una nueva categoría de salario mínimo (con un incremento inferior al general). La tarea, ahora, es proporcionar herramientas para que los jóvenes incrementen su empleabilidad (como por ejemplo, aumentando en 10.000 cupos adicionales a los ya contemplados para este año por el actual programa de capacitación Jóvenes Bicentenario). Lo más importante, a mi juicio, para los meses que vienen, es que el Gobierno pueda acoger la propuesta ampliamente consensuada al interior de la Comisión Trabajo y Equidad para subsidiar los ingresos laborales de manera focalizada y cuidando los incentivos para trabajar. Esta política aliviará las presiones que usualmente se ponen sobre el salario mínimo.