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3 Marzo, 2011

En las Garras de la Comercialización / Diario La Tercera

La era de la sobriedad en política ha pasado para siempre. Lástima. En Chile mirábamos de frente nuestras limitantes mientras intentábamos superarlas, orgullosos de lograr cosas a pesar de ellas y enroscando la nariz ante la decoración sin sustancia.

La era de la sobriedad en política ha pasado para siempre. Lástima. En Chile mirábamos de frente nuestras limitantes mientras intentábamos superarlas, orgullosos de lograr cosas a pesar de ellas y enroscando la nariz ante la decoración sin sustancia. Carlos Dittborn, organizador del Mundial del 62, decía: "Porque nada tenemos, lo haremos todo" representando a un país que se levantaba del terremoto del 60 para una tarea colosal. Ese espíritu ya no está.

Ayer, en una entrevista radial, la señora Ximena Toledo, de la Asamblea Ciudadana de Dichato, lo puso clarito: "La mala costumbre de cambiarles el nombre a las cosas, de no decir las cosas por su nombre: vino el Presidente a inaugurar un 'mall'; el 'mall' que hay aquí en Dichato son contenedores con carpas; se inaugura una cancha de tierra y la llaman coliseo; no es un campamento, es una aldea. Cambios de palabra como para dar a entender a la opinión pública que la gente está bien y no es así."
Preocupa la supremacía del marketing por sobre la realidad en lo público.
Es una tendencia general que se ha vuelto característica de este gobierno, con sus revoluciones educativas que no lo son, su Sernac financiero que no lo es, su reconstrucción a goteo, su discutible manejo de las cifras de pobreza y desigualdad, su politización de las cuentas fiscales y sus políticas sociales con letra chica. Pero la dura es que no es sólo este gobierno, es más transversal.
La política contemporánea actúa sobre ciudadanos cuya cotidianidad les consume el día, las energías y la paciencia. El ciudadano percibe la cuña en la radio, las tomas de la tele o los titulares de un diario. Apenas percibe el tópico, para ver si es que calza con sus prejuicios, valores e intereses.
Su vida laboral es intensa, su éxito es limitado, su día está lleno de esfuerzo. Prestarle mucha atención a lo público es equivalente a desconcentrarse de lo que le apremia. Sobre ese ciudadano actúa la comercialización política contemporánea. Sin una mínima ética de sobriedad, puede causar daño.
Los Prisioneros cantaban: "Los hippies y los punks perdieron la ocasión, de romper el estancamiento, en las garras de la comercialización, murió toda la buena intención." ¿Recuerdan?

Entendamos que en la construcción de un proyecto nacional es tan importante lo que se hace como lo que se deja de hacer. En eso consiste la sobriedad. En hacer, pero no vociferar. En contenerse ante la tentación del micrófono. En ganar haciendo, más que hablando.
Marketing hay que hacer, no hay remedio. Pero hay que hacerlo sabiendo que su supremacía, alimentada por la adicción a las encuestas en tiempo real, contiene peligros. El más preocupante es que los ciudadanos terminen dándose cuenta de las discrepancias entre lo comercializado y lo entregado, entre promesa y realidad, entre titular y letra chica, desarrollando un escepticismo respecto de lo público que, si es que se gangrena, puede engendrar anomia, cinismo y parálisis.
Tengamos cuidado, no sea que nos canten en un futuro festival: "Luego de la transición, perdieron la ocasión, de romper el estancamiento, en las garras de la comercialización, murió toda la buena intención".