Noticias

5 Marzo, 2008

R. Bergoeing: ¿PODEMOS SER UN PAÍS RICO?

(La Tercera 08/03/08) Dos noticias aparecidas este miércoles lograron que mi interés por los pejerreyes que saltan frente a mi terraza en el lago Vichuquén se desviara hacia algo menos bello, si bien más relevante: que Chile sea un país desarrollado pronto

(La Tercera 08/03/08) Dos noticias aparecidas este miércoles lograron que mi interés por los pejerreyes que saltan frente a mi terraza en el lago Vichuquén se desviara hacia algo menos bello, si bien más relevante: que Chile sea un país desarrollado pronto. La primera: Expertos prevén que el cobre llegará hasta US$ 5 en 2008 y 2009. Por cada centavo adicional la minería contribuye al fisco con US$ 60 millones. Así, los precios actuales bastan para que el erario nacional acumule excedentes que, de mantenerse, eliminarían nuestra brecha con Portugal. El anhelado desarrollo alcanzado de sopetón. Sé que este precio no se mantendrá, pero lo mismo proyecté en 2006 y 2007. Lo cierto es que por primera vez en 100 años enfrentamos el desafío de administrar la abundancia, no la escasez. La segunda noticia es historia repetida: El solitario ganador de un juego de azar pasó de la abundancia a la escasez. Gastó mucho y se enfermó. Hoy, sus malas decisiones y un golpe de realidad lo tienen incluso apremiado económicamente.


¿Cómo evitar que Chile sufra en pocos años más como lo hace hoy este efímero millonario? La respuesta oficial es ahorrando los excedentes del cobre para que, cuando su precio sucumba, podamos mantener el nivel de gastos que acostumbramos. Respuesta correcta para un examen de introducción a la macroeconomía. Pero nuestra actual realidad es más compleja. Si bien esperamos que el precio del cobre caiga, los recursos ya acumulados permiten, sólo con sus intereses, financiar políticas que aumenten sostenidamente nuestro crecimiento, transformando esta riqueza transitoria en permanente.


¿Por qué, entonces, el ministro de Hacienda se obstina en promover la austeridad? Tengo dos hipótesis, no necesariamente excluyentes. La primera es ideológica. Parte de estos recursos ya están comprometidos para financiar algunas reformas que el gobierno desea impulsar. En particular, la previsional - que involucrará cerca de un punto porcentual del PIB -, la educacional y lo que resulte del Consejo de Equidad, que aunque todavía en curso, podría requerir hasta 3 puntos adicionales del PIB. Apoyo estas reformas, pero no a costa de evitar la discusión de los recursos involucrados y de políticas alternativas. Por ejemplo, por qué no destinar también recursos a una reducción tributaria sustancial que impulse la innovación y profundice el mercado de capitales, claves para nuestro crecimiento potencial y la igualdad de oportunidades. Sé que la opción del ministro no es técnica. El diagnóstico con respecto a qué hacer para crecer sostenidamente más es ampliamente compartido por los economistas, oficialistas y opositores. La razón probablemente yace en su dependencia del mundo partidista, base de su poder político, y que en su caso no abunda.


La segunda hipótesis es institucional. El jefe del equipo económico en Chile es, de facto, el ministro de Hacienda. Así, la discusión de los múltiples y variados desafíos que enfrentamos para alcanzar el desarrollo es liderada por esta cartera. Pero, ¿cómo aseguramos que Hacienda no supedite los intereses de largo plazo de la nación a sus objetivos presupuestarios anuales? ¿Le pediría usted al gerente de finanzas de una empresa que defina las estrategias de desarrollo de ésta? La actual estructura jerárquica del equipo económico tuvo sentido durante los años 80, cuando la principal preocupación era cumplir con las obligaciones de nuestra deuda externa. Ya no. Hoy, la ausencia de contrapeso técnico y la falta de autoridad en el ministerio de Economía, lugar natural para asumir estos desafíos, es evidente e impide que enfrentemos el presente con una mirada de largo plazo.