Noticias

11 Julio, 2008

Raphael Bergoeing: LA TECNOLOGÍA ES MÁS FUERTE

En 1798, Thomas Malthus, economista inglés y padre de la demografía publicó una predicción aterradora: el crecimiento en progresión geométrica de la población, combinado con un crecimiento en progresión aritmética de los medios de subsistencia, condenaba al ser humano a su extinción

En 1798, Thomas Malthus, economista inglés y padre de la demografía publicó una predicción aterradora: el crecimiento en progresión geométrica de la población, combinado con un crecimiento en progresión aritmética de los medios de subsistencia, condenaba al ser humano a su extinción. La incapacidad de producir los alimentos necesarios para paliar nuestras carencias acabaría extinguiendo a la raza humana por hambruna.


Han transcurrido dos siglos desde la apocalíptica predicción de Malthus y no sólo seguimos aquí, sino que, según la organización mundial de la salud, hoy la principal enfermada es la obesidad. Los alimentos nos están matando, no por falta, pero por exceso. Así, mientras a mediados de los años 60 el mundo consumía en promedio menos de 25 gramos de grasa diarios, hoy consume cerca de 75, y Norte América y la Unión Europea consumen el doble de esa cantidad. Esto, pese a que la dosis diaria recomendada está en torno a 65 gramos.


¿Por qué erró Malthus? Por no prever los extraordinarios cambios tecnológicos que provocaría la revolución industrial. Su equivocación demuestra la inutilidad de proyectar linealmente el avance científico. El error podría repetirse hoy a propósito de la discusión sobre el calentamiento global y la extinción de algunos recursos naturales.  ¿Podrá la tecnología salvarnos una vez más? Hay quienes piensan que la inflación reciente del arroz, maíz y trigo – que en un año ha alcanzado a 200% - reivindica a Malthus. Después de todo, estos tres productos representan casi 90% de la canasta básica de consumo en los países más pobres. Sólo el tiempo dirá si esto último es un fenómeno cíclico o estructural. Sí sabemos que, si la historia dice algo con respecto al futuro, lo más probable es que en algunos años más estemos preocupados de otra cosa. 


Contextualicemos entonces el avance tecnológico. En primer lugar, la rapidez con que éste ocurre ha aumentado sistemáticamente durante los últimos dos siglos. De hecho, a comienzos de 1800, el Reino Unido – lugar en el que nace la revolución industrial - necesitó 80 años para doblar su ingreso per cápita en valor actual, desde US$ 2000 hasta US$ 4000, monto que se estima mínimo para satisfacer nuestras necesidades esenciales; medio siglo después Estados Unidos, Francia, Dinamarca y Suiza lo lograban en 40 años; iniciándose el siglo XX, Finlandia y Noruega requirieron de 25 años; y durante las últimas 3 décadas más de 20 países lo han logrado en tan solo una década.


En segundo lugar, ilustremos con ejemplos los avances tecnológicos. Estos agobian por su variedad. Durante los últimos 30 años se ha producido más información que en los 500 anteriores; hoy, el volumen total de información científico-técnica se duplica cada 5 años y se espera que lo haga cada 72 días en 2020; el 90 % de los científicos que han existido históricamente viven actualmente; el ancho de banda se duplica cada 9 meses y la Web lo hace cada 50 días, con un sitio nuevo creado cada 4 segundos; y la eficiencia de las unidades centrales de procesamiento se duplica cada 18 meses, lo que permite que realicemos en una semana lo que hubiera tomado 20 años con la tecnología disponible tan solo una década atrás. Y aún no menciono la nanotecnología, que a través de la manipulación de las estructuras moleculares y sus átomos, permitirá sustituir los diminutos cables que hoy conectan los chips en las computadoras por conexiones láser que podrán transportar decenas de miles de bits por segundo. El resultado será computadoras miles de veces más rápidas que las actuales, y más eficientes pues generarán menos corriente eléctrica y calor.


El mensaje fue transmitido por Heráclito 500 años antes de Cristo: “Sólo el cambio perdura”. Pero la edad nos vuelve reaccionarios, y la incertidumbre diaria nos agobia. Por ello, aunque la innovación sea una fuerza poderosa, las políticas públicas siguen siendo relevantes. En ellas recae la responsabilidad de conciliar la necesaria flexibilidad y adaptabilidad que exige el mercado con la protección que piden los individuos. Este desafío está vigente hoy en nuestro debate de política pública. Por ejemplo, desde la técnica hay coincidencia con respecto a los costos para el emprendimiento del sistema actual de indemnizaciones por años de servicio. Este mecanismo que en la práctica ni siquiera es utilizado por aquellos que busca proteger. El Consejo de Equidad y Trabajo ha propuesto potenciar el Seguro de Cesantía a cambio de reducir el peso de las indemnizaciones. Y el mundo político ha acogido con euforia la idea de reforzar el seguro, pero sin afectar el sistema de indemnizaciones.


Proteger al medio y a las personas sustentará no sólo el entorno, sino que también al que ha sido un exitoso modelo. Pero para continuar avanzando debemos superar desafíos que abarcan el diseño de política pública y el ámbito de la economía política. El liderazgo del gobierno de turno será fundamental para lograrlo.