Columnas de Opinión
Tres falacias con que se pretende justificar la nueva reforma tributaria
Ramón López
Profesor Titular, Departamento de Economía Universidad de Chile
1. La integración tributaria propuesta, sería pro-inversión. Falso; La integración beneficia los dividendos ya retirados de las empresas sobre todo por los grandes inversionistas que ganarían USD 600 millones anuales si la reforma prospera. Estos ingresos ya están fuera de la empresa (son dividendos) y de acuerdo con estimaciones la propensión a consumir (en bienes durable y suntuarios) sobre los ingresos del capital es alrededor de 0.66. Es decir 2 tercios de los USD600 millones anuales van a fomentar el consumo y solo un tercio iría a aumentar el ahorro. Cuanto de este ahorro va a la inversión en Chile es incierto, ya que una parte importante de estos mayores ahorros se invierten fuera del país o van a inversión meramente financiera. Así, el efecto sobre la inversión de esta medida, a un tremendo costo fiscal, es mínimo.
Además, integrar el sistema genera mayores incentivos para que las empresas distribuyan una parte mayor de sus ganancias como dividendos ya que estos pagarían una tasa menor de impuestos, lo cual reduce los incentivos a invertir en la forma de utilidades retenidas.
2. La reintegración fomentaría la equidad tributaria entre ingresos del trabajo y del capital. Falso, lejos de mejorar esta equidad la reintegración del sistema la empeora. Los proponentes de la integración argumentan que esto se debe a que la tasa de impuesto máxima al ingreso del trabajo es 35% pero sobre las utilidades retiradas es 44%. La falacia de esta comparación está en el hecho de que las bases tributarias sobre las cuales se aplica el impuesto son diferentes. La base tributaria del impuesto al trabajo (digamos un ingeniero que gana $50 millones anuales) es prácticamente el 100% de este ingreso ya que, a diferencia de los ingresos de capital, los empleados no tienen derecho a deducir de la base tributaria la depreciación de su capital humano (el cual sí se deprecia con la edad y la obsolescencia) ni los intereses pagados por la deuda incurrida para financiar sus estudios. En cambio, al ingreso tributable del capitalista se le permite deducir todos los intereses incurridos en la deuda para financiar la inversión y además pueden deducir la depreciación del capital físico, la cual como un beneficio adicional se permite depreciar a una tasa acelerada. Así, la base tributaria del ingreso de capital puede fácilmente ser menos de 50% del ingreso neto total del capital. Por lo tanto, si el capitalista paga impuesto sobre solamente el 50% de su ingreso neto la tasa marginal de impuesto efectiva es solo 22% y no 44% como se plantea. Mientras tanto, al ingeniero del ejemplo el SII calcula sus impuestos sobre el 100% de su ingreso neto, pagando el 35% marginal, un 60% mayor que el impuesto al ingreso de capital. Esto implica que en la actualidad el sistema tributario genera inequidad horizontal, pero el sesgo a favor de los ingresos del capital.
La reintegración tributaria aumenta todavía más esta inequidad. La tasa efectiva de impuesto del capitalista bajaría de 22% a 17.5% (que corresponde al 50% del 35% que sería la nueva tasa para los ingresos del capital con la reforma) mientras que la tasa marginal del ingeniero se mantiene en 35%. Así, la brecha de inequidad entre la tributación de los ingresos del capitalista y del ingeniero sube casi al 100%.
3. El ministro Larraín insiste en que el sistema tributario actual discrimina contra el inversionista nacional y a favor del extranjero. Otra falacia. Su argumento se basa en que el inversionista extranjero paga en el margen solo el 35% de impuestos mientras que el chileno paga 44%. Sin embargo, el inversionista extranjero tiene además que pagar impuesto en su país de origen por los dividendos obtenidos en Chile. Y la gran mayoría de los países no tiene la generosidad que tenemos aquí para con los capitalistas. En USA, por ejemplo, el inversionista paga una tasa de 20% sobre los dividendos sin derecho a descontar lo que su empresa ha pagado. Así, el inversionista norteamericano por cada $100 de utilidad paga $35 en Chile más el 20% sobre el remanente no gravado en Chile, o sea paga una tasa neta de 48% comparado con los $44 que actualmente paga el inversionista chileno.
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